Endometriosis y menopausia: qué cambia, qué no y qué necesitas saber

La conversación suele ir así: “Me han dicho que cuando llegue la menopausia se me pasará la endometriosis”. Y lo cierto es que, aunque puede mejorar, no siempre desaparece. La relación entre endometriosis y menopausia es más compleja de lo que parece, y entenderla ayuda a tomar mejores decisiones y a evitar falsas expectativas.
La endometriosis es una enfermedad influida por los estrógenos. Durante los años reproductivos, estos niveles hormonales mantienen activos los implantes endometriósicos, favorecen la inflamación y explican parte del dolor pélvico, la dismenorrea o las molestias digestivas asociadas. Por eso se dice que, al bajar los estrógenos, la enfermedad “se apaga”.
Pero la realidad clínica es más matizada. En la mayoría de mujeres, los síntomas disminuyen con la menopausia, pero no en todas. Hay casos en los que persisten molestias pélvicas, hinchazón o dolor crónico. Y en un porcentaje pequeño, los síntomas incluso reaparecen o cambian de forma, sobre todo si existe enfermedad profunda o afectación de nervios y tejidos más allá del útero.
Además, algunas mujeres llegan a la menopausia tras años de cirugías, tratamientos hormonales o dolor pélvico crónico que ha dejado huella en el sistema nervioso y en la musculatura del suelo pélvico. En esos casos, el cese menstrual no borra automáticamente el dolor, porque ya intervienen otros mecanismos: tensión muscular, hipersensibilización o problemas digestivos asociados.
Una pregunta frecuente es si el tratamiento hormonal para los síntomas menopáusicos puede “reactivar” la endometriosis. Las evidencias indican que, en la mayoría de casos, el tratamiento hormonal es seguro cuando se usa una pauta adecuada (generalmente con progesterona o combinada, no estrógeno solo). De hecho, el bienestar global, la salud ósea y la calidad de vida suelen mejorar, siempre con una valoración individual para ajustar dosis y tipo de terapia.
¿Qué puede ayudar en esta etapa?:
Evaluación personalizada.
Si has tenido endometriosis, conviene una revisión al llegar la perimenopausia para analizar síntomas, riesgo óseo, estado del suelo pélvico y necesidades específicas.
Suelo pélvico y fisioterapia.
Muchas mujeres con historia de endometriosis conservan tensión o dolor miofascial incluso sin actividad inflamatoria. La fisioterapia especializada puede reducir dolor y mejorar la función sexual y digestiva.
Actividad física.
El ejercicio regular regula la inflamación, mejora el estado de ánimo y ayuda a mantener un suelo pélvico más relajado y funcional.
Nutrición equilibrada.
Una dieta antiinflamatoria, rica en fibra, proteína y grasas saludables, puede ayudar a modular molestias digestivas y reducir la inflamación de bajo grado.
Gestión del estrés.
La endometriosis crónica deja huella emocional. El estrés aumenta la percepción del dolor. Estrategias de regulación emocional, mindfulness o terapia psicológica pueden ser un pilar importante.
Tratamiento hormonal si se necesita.
Aliviar sofocos, insomnio o dolor articular mejora la calidad de vida y es compatible con haber tenido endometriosis en la mayoría de los casos, siempre bajo supervisión profesional.
La menopausia no resetea la endometriosis, pero sí cambia el escenario hormonal y, con él, los síntomas. Entender estos matices permite vivir esta etapa con menos incertidumbre, más control y un plan adaptado a tus necesidades. En definitiva, la historia con la endometriosis no siempre se cierra de golpe en la menopausia, pero sí puede transitarse con mucha más calma y calidad de vida.










